Son muchos los que conocen a un sencillo y alegre personaje, que por más de tres décadas a servido con pasión y entrega en la Catedral de San Isidro de El General; hablamos de don Víctor Castro Esquivel, generaleño que desde la década de los cincuenta ha ido escribiendo historia, pero ante todo ha visto cómo Dios ha tejido Historia de Salvación en su vida y en la de los suyos.
Su infancia recuerda haberla vivido con su madre entre los parajes de San Juan Bosco, el extinto Jilguero (Filas del Ceibo) y el Rosario de Pacuar. Comenta de su historia, que creció junto a su padrastro, aunque también con los años pudo conocer a su familia de sangre, hecho que sucedió cuando ya tenía más de cuarenta años; no obstante, agradece a Dios por toda esta experiencia y por la oportunidad de llegar a conocer a sus propios hermanos, ya que antes, sólo tenía hermanos en la fe.
Su servicio en Catedral como sacristán, se dio gracias a que un día fue invitado, y diríamos que, hasta presentado, por don Eligio Ulloa, sacristán de aquel momento. “Un jueves de la Hora Santa, yo llegué algo temprano…, en la puerta apareció don Eligio y Monseñor Barrantes (entonces Padre Hugo Barrantes) … Y le dijo: Padre, este es el que yo le decía que puede servir acá como sacristán”, recordó don Víctor Castro en entrevista a Radio Sinaí 103.9 FM.
“Yo digo que esto fue y es obra de Dios, porque ahí vine descubriendo la vocación, porque todavía la estoy buscando, como se dice, cada día que pasa hay que descubrir algo nuevo; y le doy gracias a Dios que he trabajado ya desde el año 90. Treinta años ahí en Catedral, que han sido una gran bendición para mí y para mi familia, he visto la manifestación de Dios de una manera muy increíble, y me siento muy agradecido con Dios y con la Iglesia de permitirme también estar todos esos años prestando el servicio en la manera sencilla, porque nunca fui una persona estudiada para preparar las cosas sino, así como Dios me lo ha permitido de que yo trabajara ahí en la Catedral hasta estos días… todavía me siento con deseos de decirle sí a Dios, siento que fue un llamado que Dios hizo”, agregó Castro Esquivel.
Entre las experiencias más hermosas que recuerda Víctor en este delicado y cuidadoso servicio, señala todo lo vivido entorno a las ordenaciones sacerdotales; al respecto nos comentó: “cuando hay una ordenación siempre ha habido una amistad primero, una amistad muy linda que hemos tenido; por ejemplo, la última que me ha impactado bastante, fue la ordenación de Andrés, este muchacho llegó siendo monaguillo, así lo conocimos en Catedral y fuimos adquiriendo una amistad tan linda, que en realidad cuando uno llega al punto que el Señor permitió que él llegara a ser sacerdote, vieras la impresión que siente uno, algo en el corazón, una gran alegría, un fuerte gozo”.
Y aunque no ignora la gran cuota de estrés que este servicio conlleva, otro momento que recuerda con particular afecto son las actividades entorno al Año Jubilar. Para esa ocasión, “había muchas Eucaristías, realmente lo llenan a uno, cuando uno ve las comunidades que llegan, que van acercándose, cuando uno está abriendo las puertas y está atendiendo; eso, es algo lindo, y hay que estar dentro para saber realmente cómo se viven en estos momentos”, precisó con voz apasionada que sin duda nos decía que revivía aquel instante de gracia.
Pero la otra faceta de don Víctor Castro es su vida como agente de evangelización, cuyos primeros pasos se remontan al final de las décadas de los setenta, cuando en la comunidad de Los Ángeles aceptó una invitación a participar en un retiro de cursillistas, una experiencia que compara con las Jornadas de Vida Cristiana y en donde pudo experimentar la presencia de Dios. Aquel momento lo describe así: “en ese retiro participamos unas 48 personas, fue para mí una experiencia demasiado linda, me hablaron de una forma que nunca en la vida lo había experimentado; Dios me lo presentó cuando yo tenía unos 17 años… Eso me sorprendió, nunca había visto ni había escuchado a una persona clamar a Dios y hacerlo de esa forma abierta…”, recordó. El otro día, la actividad era clausurada con una Eucaristía, la gente que les esperaba salió a recibir el Santísimo que era llevado en procesión según contó por un ministro, “yo no sabía que era eso, no le había dado el significado que tenía…, yo sentí como una cosa extraña de ver cómo la gente se arrodillo, yo no sabía ni qué, ni por qué, pero ellos no lo hacen a nosotros sino al Santísimo”, indicó.
Tras aquella experiencia, que durante un tiempo conservó en el corazón porque no podía manifestar, aunque quisiera, se vio complementada con la lectura de un libro que contaba la vida de San Francisco de Asís, obra que según su criterio le ayudó a empezar a “ver los pasos realmente, cuando una persona es llamada y tocada por Dios”. Así, empezó a formarse y prepararse, al respecto nos dice: “empecé a asistir a la formación, sentí que era un envío que me daba la Iglesia para poder prestar el servicio dentro de la Iglesia…; siempre me ha caracterizado el ser obediente a la Iglesia y empecé a formarme. No veo la renovación sólo como lo máximo, sino bendito Dios que la Iglesia tiene distintas ramas, distintas experiencias y todos los apostolados son importantes y es ahí donde vamos buscando a Dios y vamos buscando la Iglesia. De mi parte, quiero que la gente busque la Iglesia”.
Finalmente, mi mensaje es que “no hay nada en este mundo que pueda hacer que el hombre se sienta realizado y se sienta feliz, hasta que uno haya podido lograr encontrar una experiencia en el Creador, en el que lo ha creado, en el que lo ha traído a este mundo; la felicidad más grande que he podido encontrar es cuando Dios me ha dado la oportunidad. Yo dije: lástima, lástima que yo no pude haber encontrado al Señor antes. Estos años que yo perdí, yo decía a mis 17 años, lástima el tiempo que se me perdió, este tiempo que no aproveché, el tiempo que se me fue sin hacer nada. Y yo quiero decir, es muy poco lo que he podido hacer, pero he logrado sentir que Dios es lo máximo y lo más grande que ha existido y que existe en mi vida, y no hay nada ni nadie que pueda superarlo. En Dios todo es posible”, puntualizó don Víctor Castro.
Por eso, “yo quiero decirles a los jóvenes, hagan una experiencia, no importa si tienes mucho deseo o no lo tengas, no pasa nada. Usted puede lograr empezar, empezar como asistir a algún lugar que le llame la atención, como la Renovación Carismática, como Promoción Cristiana, como ser catequista o algún tipo de agente evangelización, no importa que no hayas tenido alguna experiencia, puedes empezar acercarse a escuchar, todo depende si uno también abre la oportunidad… Allí, en una hora u otra, ya no es usted el que decide sino el que está con usted, y vas a encontrar la verdad que no se puede comparar con nada… Yo creo que nosotros cada día tenemos que tener la certeza de que tenemos una meta, y esa meta es llegar al cielo, y no llegar solos sino con todos aquellos con los que hemos podido compartir aquí en la tierra”, precisó.