La historia de vida de los santos de los Desamparados, fue el tema que el Padre Francisco José, sacerdote jesuita y director del Centro de Feiculturas en Colombia, expuso ante la audiencia de la Conferencia denominada “La santidad en América en tiempos del Papa Francisco”. El sacerdote, en su exposición comparó la vida de dos santos, San Pedro Claver y Santa Laura Montoya, los cuales entregaron sus vidas de manera heroica, al servicio de los desamparados, de las víctimas y de los más desprotegidos.
Pedro nace en Verdú cerca de Barcelona y muere en 1654, la madre Laura nace en Jericó en Colombia, y muere en 1949. El padre Francisco comenta que “ambos tienen una actitud vigorosa, que les hace entregarse por completo a grandes causas aunque no tiene muy claras las cosas. Ellos viven la experiencia de sus propias contradicciones y el sabor del pecado en diferentes formas, sin embargo, experimentan un sentimiento de que Dios los ama infinitamente a pesar de sus fragilidades humanas, lo que los motiva a llevar esa misericordia de Dios a los demás y hacerle sentir, sobre todo a los que se sienten más desprotegidos y más desamparados, que Dios los ama incondicionalmente e infinitamente.
Ambos, relata el sacerdote, sienten la necesidad de buscar apoyos espirituales. La madre Laura trasiega por un número grande de consejeros espirituales y sufre en medio de ellos. Pedro Claver recibe apoyo espiritual de un Hermano Jesuita, que le ayuda a descubrir que Dios quiere que desempeñe su misión en América, y por otra parte el Padre Sandoval, le ayuda a obtener la convicción de que debe dedicarse a los esclavos. El padre Francisco recalca que “Pedro dedicó 32 años por completo a los esclavos en Cartagena y la hermana Laura 36 años a los indígenas, ambos con una entrega impresionante”.
Para Pedro Claver y para la Hermana Laura es de absoluta importancia la cercanía con los más desprotegidos, por lo que no se perdonan la ausencia de la presencia física. El padre Sandoval relata que “Pedro Claver dormía encima de la portería de la Residencia de los Jesuitas y cada vez que veía llegar los barcos con esclavos a Cartagena, salía a recibirlos y buscaba a los enfermos, los niños que hubiesen nacido en el viaje y los moribundos; y así empezaba una verdadera osadía atendiéndolos en medio de los malos olores. Por su parte, Laura Montoya buscaba las comunidades indígenas abandonadas, ella tenía la convicción de que había que hacerles sentir que Dios les amaba y que por eso, la asistencia tenía que ser inmediata. Ambos luchan incansablemente por hacerles sentir que hay esperanza de una vida mejor y que Dios les ama. Pedro Claver hace venir a las mujeres ancianas a la iglesia de los Jesuitas en Cartagena y terminada la misa él mismo les servía el desayuno y les acompañaba.
Ambos logran determinar que estas personas son rechazadas y consideradas como seres inferiores por parte de los negros en Cartagena y de los blancos en el occidente de Antioquia, por lo que ellos no quieren solamente mostrarles la extraordinaria humanidad de Dios, sino que también se encontraban muy preocupados de que la población se diera cuenta de sus errores y que reconocieran que Dios viene a acercárseles para perdonarles y acompañarlos en el sentido más profundo de la vida y llevarlos a la vida eterna.
San Pedro de Claver y Santa Laura de Montoya fueron personas con una gran fortaleza para enfrentar mil dificultades y siempre a la escucha de lo que Dios quería de ellos, con una impresionante capacidad de poner en práctica lo que Dios les pedía. El Padre Francisco José relata que “tuvieron la extraordinaria cualidad de ser pastores, ambos convivieron y acompañaron con tanta fuerza a sus comunidades, que realmente tanto los indígenas como los esclavos, lograban sentir que tenían quién los amara y quién los protegiera”.
Hay una experiencia mística en estas dos personas, por lo que el Padre Francisco relató que “Pedro era un hombre de mucha oración, el cual en las fatigas de los calores de Cartagena, pasaba horas enteras de la noche en oración y gastaba tres días a la semana sentado en el confesionario”. Con respecto a Santa Laura el sacerdote menciona que ella vivía dolores y sufrimientos místicos muy profundos y logró encontrar la fuerza de Dios, cuando se entrega total y desinteresadamente a los indígenas, rompiendo todos los límites y enfrentando las contradicciones más difíciles. El sacerdote cita textualmente las palabras expresadas por Santa Laura “allí, entre los indios, con las contradicciones y los temores, me sentí plenamente libre de mis dolores interiores. No sentía sino cansancio físico, la sed y el hambre. Sentía algo así como la satisfacción de una antigua e inaguantable necesidad interior. Sentí que Dios se glorificaba en mi impotencia. Aprendí que los dolores para que prevalezca en mí el amor de Dios, se calman, se alivian y hasta se curan, sufriendo dificultades, penas y trabajos por servirle en los demás. El cambio es tal que se siente un vaciado, desocupado, como nuevo. Quiero para Dios todo y nada para mí. Parece que por esto, todo amor verdadero se me vuelve dolor, y el amor reposado y sin dolor ya no lo entiendo”.
El padre Francisco José concluye su exposición con una hermosa petición “Que ojalá estos santos nos enseñen a oler a oveja, como dice el Papa, y nos ayuden a estar al lado de la gente que sufre en nuestro siglo XX y aquí en América Latina”.