Este sábado 6 de enero, la comunidad de Guanacaste de Ujarrás en el cantón de Buenos Aires de Puntarenas se llenó de alegría al ser testigo de cómo una hija de esta bendita tierra se consagraba mediante votos perpetuos para servir a Dios entre los hermanos más necesitados.
En las afueras del templo, con un altar improvisado en la zona verde, teniendo por espectador la misma naturaleza que circunda con imponentes cerros entre potreros y selvas, arrullados por la melodía del río cual testigo de aquel especial momento, una comunidad de hermanos aguardaron expectantes y vivieron intensamente cada momento de la celebración, donde la Hna. Sonia Beita Zúñiga consagró su vida, siendo así la primera indígena de nuestra Diócesis de San Isidro que responde a Dios desde esta vocación de vida.
La hija de Aurelio Beita Ríos y doña Toribia Zuñiga Villanueva contó a Radio Sinaí que, para ella, esta celebración es entendida como “acción de gracias y motivación, porque para Dios nada es imposible; es la manifestación de un Dios cercano con su pueblo escogido, amado por Él, una celebración única en la vida, de votos perpetuos”.
Y agregó, “es sentir que Dios se da a conocer a las personas sencillas y humildes de corazón, porque Él se manifiesta en el silencio de cada persona, familia, comunidad, parroquia” … Por ello, “no hay lejanía, distancia, tiempo, que nos separe para volver, encontrar y celebrar juntos la fe y la vida, seguir siendo presencia de Dios en todo con el testimonio y coherencia de vida”.
La vocación de esta joven bonaerense, “nace a los siete u ocho años, estando en el grupo de Infancia Misionera, sentí el deseo de ser misionera, pero luego entendí que la misión se inicia en la casa, en la comunidad, escuela y colegio. Allí quedó ese inicio. Estando ya a la edad de catorce años, en mi preparación para la confirmación, seguí preguntándome: Si Dios me dio todo, en especial la vida, que no es mía. Un día Él me preguntara: ¿qué hiciste con eso? Por eso a los quince años, con el sacramento de la Confirmación, inicié cómo catequista de mi comunidad Guanacaste de Ujarrás, y allí fortalecí mi vocación durante siete años”, recordó la religiosa Beita Zúñiga.
Cuenta la Hna. Sonia que su vocación la relaciona con el profeta Jeremías pues, “a la edad de dieciséis años empecé a sentir en mí que, yo siendo indígena, puedo optar a una vida diferente, a una vida de servir a los hermanos más necesitados. Aun así, yo me cuestionaba: soy indígena cabecar, no he estudiado bachiller, no sabía hablar bien el español solo la lengua materna cabecar, no he salido lejos de mi cultura; aun así, encontraba en el mismo texto de Jeremías: «No digas que eres un muchacho, irás a donde quieras que te envíe y proclamarás todo lo que yo te mande. No tengas miedo, porque estaré contigo”.
Como todo vocacionado, discernir y responder a la vocación no fue fácil, uno de sus retos según nos compartió la Hna. Sonia era: “cómo contaré esos a mis padres, si ellos no conocen bien qué es la vida religiosa, y nuestra formación familiar gira en torno a que más adelante se forme un hogar […] Había dudas, temores, miedos, inseguridad. En medio de mi fuerza humana sentía que hay luz: Juan 14, 6 Yo soy el camino, la verdad y la vida, y 1 Juan 4, 19 Él nos amó primero”.
Fue así como Dios seguía tejiendo su historia, y para ello se valdría Dios también de los medios de comunicación, tan importantes y a veces tan olvidados en nuestro mundo, “para mí ha sido Dios que ha puesto los medios, en la emisora de Sinaí, Radio Fides y Radio Emaús de San Vito allí escuchaba el Evangelio de cada día, el Santo Rosario, la vida de los santos con las cuales yo me identificaba; así, al escuchar una de ellas me impulso a tomar decisiones de salir de mi familia y de mi cultura. Fue en Radio Emaús cuando escuché una pincelada de la vida de Laura Montoya Upegui, en ese año era la preparación para su beatificación, con la vida de ella me identifiqué mucho, su entrega fue a los más necesitados, excluidos, abandonados y a los indígenas”, precisó la religiosa quien ahora está al servicio de la Iglesia en Antioquia, Colombia.
Y agrega, “seguí buscando y confiando mis inquietudes a los sacerdotes de mi parroquia, en silencio y confianza, visitas al santísimo. Que sea Él quien se encargue de que pueda decidir y así iniciar mi experiencia de conocer la comunidad religiosa. Fue gracias al párroco en ese tiempo, el P. Giovanni Herrera Vargas quien me llevó donde las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, conocidas como las Lauritas. Por eso mi lema: Llevamos este tesoro en vasijas de barro como dice 2 Corintios 4, 7, me identifico como la vasija de barro desde lo que soy como indígena cabecar y el tesoro es la vocación como don de Dios. Así consagrarme a ese Dios que me amó, me ama y me seguirá amando”, precisó.
La Eucaristía solemne de estos votos perpetuos estuvo presidida por Mons. Javier Román Arias, Obispo de Limón y Presidente de la Conferencia Episcopal, quien durante la homilía animó y agradeció a la Hna. Sonia por su entrega y servicio, señalando ser testigo de su amor y entrega sincera caminando en las montañas con el fin de poder servir a los más necesitados.