Ángel Manuel Brenes Elizondo de 43 años, porteño de nacimiento y quien creció desde los cinco años de edad en la famosa y particular Chacarita fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre del 2007 cuando tenía 33 años de edad. Este “personaje” típico porteño caló en quienes le conocimos durante su etapa de formación en el entonces Seminario Central de Paso Ancho, muy él, sin tapujos ni apariencias, con una particular historia de vida que a todos nos impactaría, avanzó no sólo por las aulas de formación sino en el mismo camino de vocación; y hoy, sentado junto a su taza de té, mesurado y contento, nos abrió el corazón para contarnos sobre sus luchas y su entrega entre los amados fieles.
Describió a Puntarenas como una diócesis de retos y contrastes, un rebaño que presenta muchos desafíos; precisamente, por “lo grande de los territorios geográficos se vio la necesidad de crear una nueva diócesis…, así obtuvo los territorios de Quepos y Parrita que antes eran de la Diócesis de San Isidro… y particularmente estos, nos deja una gran herencia, muy bonita, porque la formación que traen de Pérez Zeledón nos ha ayudado mucho, formación en campo de ministros, de catequesis y de sacerdotes caminantes, porque no habían muchos medios de transporte; nos dejaron mucho legado, eso es una dicha”, precisó el Padre Manolo, como se le conoce de cariño.
“Trabajar en Puntarenas es muy bonito, pero sí hay que ser muy creativos”, precisó el Padre Ángel Manuel. Insistió que la situación material y económica en nuestras parroquias es limitada, “ahora con tanta cosa que nos piden en Hacienda y en la Caja nos imposibilitan muchas cosillas, pero hay que ser muy creativos y pedirle a Dios y a la Virgen María que nos de las fuerzas”, afirmó con la confianza que le da el camino recorrido por siete años como párroco de San Antonio de Padua en Pueblo Nuevo de Parrita.
Describió a Pueblo Nuevo como “la parroquia más vieja de Parrita, pues allá por los años 70 no había centro religioso en la Julieta, lo que hacía que las personas bajaran de la loma o los demás pueblos aledaños a misa a Pueblo Nuevo de Parrita, siendo atendidos por los padres que iban desde Quepos. En 1984 es que se hizo parroquia la Julieta por manos del Padre Moisés (qdDg) y Pueblo Nuevo empieza a ser como un Centro de Animación Pastoral, aunque el colegio, la clínica y todo en Pueblo Nuevo se le conoce como Oficial de Parrita, incluso la iglesia; y será hasta el año 2006 cuando se oficializa a Pueblo Nuevo como Parroquia por voluntad de Mons. Óscar Fernández”.
La parroquia en donde sirve está compuesta por 16 comunidades, muchas de ellas con difícil acceso y sumado a los bajos ingresos de los pobladores, hacen que el desplazamiento de los agentes no sea tan fácil como en otras regiones de la diócesis. “La gente vive coyoliando, entonces si usted se conforma con una monedita de quinientos es una bendición de Dios porque son gente necesitada”, recordó el Padre Brenes.
“La parroquia tiene muchos desafíos, no metamos lo económico sino también en lo pastoral; se han hecho todos los intentos que se puedan a nivel pastoral, los grupos fuertes que tenemos es catequesis, monaguillos y lectores…, y no faltar a las misas en los pueblos y en el centro, porque si suspendes una misa la gente se viene abajo… Gracias al Señor se ha logrado y se ha luchado, la gente ya después de tantos añillos, la gente dice ya este padre se queda con nosotros, la gente se acostumbra y sólo Dios sabrá cuándo tengo que irme de ahí. Son gente que agradece que el sacerdote esté ahí, pero no van a misa, si se está muriendo alguien recurren inmediatamente al cura y no al pastor, por más evangélico que sea, el que está enfermo dice yo quiero al padre, eso es una virtud…”, comentó el Padre Ángel Manuel mientras su rostro denotaba la satisfacción del deber cumplido.
El Padre Manuel, nos contó también la delicada misión que realiza en el campo de la educación y precisó cómo va congeniando este servicio con su propia vocación sacerdotal. “Trabajó en el sistema educativo, y eso ayuda a que los chiquillos tengan más confianza con la Iglesia, los desafíos son grandes porque hay mucha gente indiferente, hay un sector que no son nada; trabajo en la parte de Educación Religiosa en los Colegios de Parrita y Quepos con los jóvenes especiales y en Jacó con toda la población estudiantil… Lo que intento es eso, primero que nada mantenerme entretenido, no olvidar la parroquia ni la vocación, más que mi carisma es la educación religiosa y se trata principalmente en Parrita de acercar el joven a Dios, tenemos los desafíos de las famosas cartas, de gente que siendo católica manda carta para que su chico no reciba religión por la falta de conocimiento que tienen, en eso hay que luchar”, señaló el sacerdote.
El Padre Manuel Brenes, fiel a su estilo único y auténtico, tuvo un mensaje para sus hermanos laicos y sacerdotes, y con gran atino señaló “esperar que los fieles por gracia se acerquen más a Dios y de la Diócesis espero más comunión, que se sienta más la comunión, no hablo del sector económico sino más comunión entre nosotros a nivel presbiteral, muchas veces cada quien por su lado y no sabemos cómo está el compañero, que oremos más entre nosotros, que no perdamos ese interés y que estemos más unidos a monseñor que ha sido un padre y pastor”.
Finalmente, recordó que ante un camino donde también se experimentan los retos y las caídas hay que ser valientes y humildes; fue así como nos compartió con tanta naturalidad un gran consejo, digno de ser meditado: “no han sido fácil estos casi diez años de vocación, he tenido mis caídas, y por eso le he pedido perdón a Dios y a las personas; vocacionalmente lo que hago es quedarme tranquilo y ante situaciones hablar con Dios, acercarme a Dios, al Santísimo, yo siempre le digo a las personas que el mejor amigo está ahí en el Sagrario, y si he tenido que llorar delante del Santísimo lo he hecho ahí, solo… y muchas veces sacarlo en mis manos y decir no soy digno… Eso ayuda a uno a fortalecerse, uno en esta vida lo que no tiene que ser es orgulloso, uno tiene que ser un sacerdote humilde y aceptar que se equivoca…, la gente en los pueblos es buena, la gente no le perdona a uno la malacrianza, sino que debemos estar con ellos y acompañarlos… uno agradece y sabemos que Dios está contento. Invitamos desde el Seminario a las vocaciones, a las familias, a dar ese grano de arena, a no tener miedo sino enfrentar un reto por vocación, y con tanta cosa que pasa no hay que echarse atrás sino seguir adelante”, concluyó.