El video-mensaje del papa Francisco para la celebración Jubileo Extraordinario de la Misericordia en el Continente Americano ofrece, con toda seguridad, un horizonte de inspiración para la conversión pastoral y la misión continental.
“No sé si me equivoco, pero no recuerdo un mensaje del Papa que dure casi media hora. Su contenido evidencia su beneplácito con esta celebración del Año Santo de la Misericordia en el Continente Americano”, ha dicho el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.
En su mensaje, Francisco comienza expresando su alegría al “saber que han podido participar todos los países de América”, recordando la experiencia del Sínodo de América, hace casi 20 años. “Frente a tantos intentos de fragmentación, de división y de enfrentar a nuestros pueblos, estas instancias nos ayudan a abrir horizontes y estrecharnos una y otra vez las manos; un gran signo que nos anima en la esperanza”.
A la luz de la primera Carta del apóstol Pablo a Timoteo (1 Tm 1,12-16a), el Papa postula algunas orientaciones o, más bien, “provocaciones”, dice, “ante las cuales no permanecemos indiferentes” e invita –con su elocuente pedagogía– a sintonizarse con el “ser pecador” que habita en cada uno: “Si usáramos términos futbolísticos podríamos decir: levanta un centro para que otro cabecee. [Pablo] nos «pasa la pelota» para que podamos compartir su misma experiencia”.
Así, “en medio de nuestros pecados, nuestros límites, nuestras miserias; en medio de nuestras múltiples caídas, Jesucristo nos vio, se acercó, nos dio su mano y nos trató con misericordia”, dice Francisco. “Fuimos tratados con misericordia” es el centro de la carta de san Pablo, y también es la columna vertebral del mensaje del Papa, toda vez que la misericordia es una forma concreta de «tratar» a los demás: “la misericordia es una forma concreta de «tocar» la fragilidad, de vincularnos con los otros, de acercarnos entre nosotros”. Más aún, “es una forma concreta de encarar a las personas cuando están en la «mala»”.
No se trata simplemente de una frase bella, apunta del Papa, sino que “es la acción concreta con la que Dios quiere relacionarse con sus hijos”. Pablo no hace otra cosa que dejarse misericordiar: “bien podría decirse «fui misericordiado»”. Por eso, “en este contexto jubilar, cuánto bien nos hace volver sobre esta verdad, repasar cómo el Señor a lo largo de nuestra vida se acercó y nos trató con misericordia, poner en el centro la memoria de nuestro pecado y no de nuestros supuestos aciertos, crecer en una conciencia humilde y no culposa de nuestra historia de distancias”.
Como dinamismo esperanzador y transformador, más allá de los propios miedos y del temor a equivocarse, “la misericordia despierta siempre la creatividad” y, en este sentido, “una acción basada en la esperanza de transformación, en la conversión, impulsa, estimula, apunta al mañana, genera espacios de oportunidad, empuja”. Se trata, sin duda, de “una inteligencia inquieta que hace palpitar el corazón y le pone urgencia a nuestras manos”, asevera Francisco.
Ante las lógicas separatistas que fracturan la realidad social y comunitaria, orquestadas por la dictadura de la cultura del descarte, viciada por la exclusión, el Papa advierte sobre el peligro de “escandalizarnos cuando aparece el alzheimer espiritual, cuando nos olvidamos cómo el Señor nos ha tratado, cuando comenzamos a juzgar y a dividir la sociedad”. Ciertamente, “vivimos en una sociedad que sangra y el costo de sus heridas normalmente lo terminan pagando los más indefensos –denuncia Francisco– pero es precisamente a esta sociedad, a esta cultura adonde el Señor nos envía. Nos envía e impulsa a llevar el bálsamo de «su» presencia. Nos envía con un solo programa: tratarnos con misericordia”.
Ese «trato de misericordia» configura, plenamente, el itinerario pastoral de los dicípulos-misioneros, sin el cual “nuestra pastoral quedrá truncada a medio camino”. Por eso, si bien es cierto que “somos en teoría «misioneros de la misericordia»”, Francisco también advierte que “muchas veces sabemos más de «maltratos» que de un buen trato”, haciendo un llamado acuciante a todos y en particular a los obispos: “Por favor, se lo pido: pastores que sepan tratar y no maltratar”.
“La misericordia se aprende” y es necesario “aprender a tratar con misericordia”, porque “todo trato que no sea misericordioso, por más justo que parezca, termina por convertirse en maltrato. El ingenio estará en potenciar los caminos de la esperanza, los que privilegian el buen trato y hacen brillar la misericordia”, concluye Francisco, expresando su deseo de “que este encuentro nos ayude a salir fortalecidos en la convicción de transmitir la dulce y confortadora alegría del Evangelio de la misericordia”.