Este miércoles 23 de noviembre, Mons. Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, amigo cercano y defensor del testimonio impactante del mártir Beato Mons. Romero, recordó que se hace necesario en nuestros días recuperar la memoria histórica de los mártires. “El sacramento de la Confirmación es el sacramento del martirio; martirio como testimonio”, y cuando uno entiende esto, comprendemos que somos una Iglesia de mártires.
Los mártires nos dan esperanza y confianza en Dios y nos impulsan a dar testimonio, por eso el Beato Romero dice: “este cuerpo inmolado y esta sangre derramada por los hombres, nos alimente para dar la vida como Cristo”, su profunda vida de oración y adhesión a Cristo, les hace entregarse por el pueblo.
Mons. Julio Cabrera, obispo de Jalapa Guatemala, recordó también el sacrificio de un sacerdote diocesano que entregó su vida en 1978, con una mirada penétrate y profunda mientras narraba los hechos, Mons. Cabrera señaló “tuve en mis manos el cuerpo del Padre Hermógenes, vi donde penetraron las balas”. Luego de esta triste descripción, recordó que “el pueblo lo llora porque el padre era profundamente identificado con Jesús, era un hombre sacerdote discípulo de Jesús, que amaba a Jesús y la consecuencia era amor por quien él llamaba mi pueblo”.
A lo largo de la historia, la Iglesia ha estado siempre cercana al pueblo, y muchas veces su cercanía, preocupación y defensa de los más necesitados ha sido malinterpretada por otros como acción subversiva. Pero con valentía, la Iglesia continúa su misión de caminar con su pueblo, y con el Documento de Aparecida nos impulsamos a responder ante “los nuevos desafíos y para enfrentar estos desafíos (se hace necesario) tener conciencia de ser discípulos de Jesús y enviados a esta misión que es que nuestros pueblos tengan vida”, precisó Mons. Julio Cabrera.
Nuestra historia de ser tierra de mártires, nos hace responsables en descubrir “cuál es la médula de nuestra fe, pues al ser discípulos tenemos la obligación de defender, anunciar y promover la vida, y sobre todo tenemos la obligación de ser voz y ayudar a quienes son más pobres y tienen menos posibilidades de expresarse”.
Lo anterior se desprende del testimonio que nos han dado los mártires centroamericanos que no temieron a la soledad y con valentía arriesgaron su propia vida sin comprometer la de otros, en ese contexto sólo la oración sostiene y por eso Mons. Gregorio Rosa citando al mártir Mons. Romero dijo: “quiero asegurarles y les pido oraciones para ser fiel, no abandonaré a mi pueblo sino que correré con todos los riesgos que mi ministerio exige”; esta conciencia de acompañar al pueblo ha de marcar nuestra vida.
Para dar testimonio en nuestra vida, urge una vida de oración profunda como aquella que tuvieron los mártires; en este aspecto, el obispo auxiliar de San Salvador afirmó “son pocos los hombres que entran dentro de sí y por eso hay tantos problemas; la comunidad de hoy está conectada pero no comunicada, y este mundo descomunicado es el infierno que empezamos a vivir acá…, hoy que tanta gente vive tan superficialmente no se puede ser discípulo; el discípulo es el que escucha”.
Finalmente, “sin cruz no hay martirio, no hay salvación, los mártires son incómodos porque cuestionan muestra mediocridad, y necesitamos mártires con sangre o sin sangre, es decir testigos. Hay que recuperar la memoria de los mártires, porque sin memoria no hay futuro para tener un mundo como Dios lo quiere”.