En el proceso vocacional de un sacerdote o consagrado, son muchas las personas que interactúan y aportan durante el tiempo de formación y de discernimiento vocacional; entre ellos, podríamos señalar sin duda a los formadores, a los mismos sacerdotes y religiosos, y a un sin número de agentes de evangelización laicos.
Pero hoy, quisiéramos destacar el servicio silencioso y dedicado de María Isabel Garro Araya, quién por más de dos décadas entrega su vida con pasión y dedicación por las vocaciones de nuestra diócesis, desde la cocina del Centro Vocacional Casa Santa María, llevando con su buena cuchara un detalle de esperanza y alegría en el camino vocacional de tantos servidores del Señor.
Así entonces, la historia de María en el servicio a este Centro Vocacional, da inicio un 5 de mayo de 1999, cuando encontrándose incapacitada mientras laboraba para otra empresa, por recomendación de su misma patrona ayudó por unos días ante la petición del Padre Alexander Vargas, rector de aquel momento.
«Doña Marina me pidió que si podría ayudarle unos días mientras encontraban a otro, pero el padre me pidió que me quedara trabajando con ellos, entonces renuncié y empecé a formalmente a trabajar para la Iglesia. Recuerdo que cuando inicié, había veintidós muchachos, entre ellos nombraban a dos encargados por semana que ayudaran en la cocina; en la semana en que entré, estaba encargado el Padre Johnny Mora, quién era estudiante en ese momento. Él fue quien me ayudó y me explicó», precisó María.
De su trabajo y servicio, visiblemente conmovida precisa que «estos años han significado mucho compromiso y entrega, pero sobre todo cómo Dios va trabajando en cada uno de nosotros; yo no imaginaba todo lo que conlleva todo este proceso de formación que tienen los muchachos, y todo lo que yo he podido aprender de ellos también. Son 21 años de servir, y estoy muy agradecida primero con Dios y luego con la Iglesia que me ha permitido vivir esta experiencia».
Por eso, «me hace feliz levantarme todos los días, saber que tengo un trabajo que me agrada mucho, que estoy rodeada de personas positivas, a la vez me hacen crecer como persona y que, a través de él, sirvo a Dios», indicó Garro Araya.
Así, en esta ocasión, quisimos al reconocer el servicio silencioso de María, conocer también su sentir sobre el sacerdocio. Al respecto nos indicó, que «el sacerdote primero que nada es un ser humano con fortalezas y debilidades, la gente tiende a crear una imagen de perfección sobre los sacerdotes y por esa razón son dados a juzgar y señalar sus errores; mi primer consejo es que oremos mucho por ellos, ya que también sufren muchas tentaciones, y nunca olvidar que son seres humanos. El proceso que llevan para ordenarse es largo y nosotros como laicos no imaginamos todo lo que sacrifican por entregar su vida al Señor y para la comunidad». Y agregó, por ellos «siento mucho orgullo y admiración, con algunos se han creado lazos muy fuertes y los siento como si fueran mis hijos».
Finalmente, dejó un mensaje para los seminaristas y sacerdotes, a quienes dijo: «a los seminaristas, que no tengan miedo, si el Señor los ha llamado Él los va perfeccionando a cada uno, el Señor no llama seres perfectos, Él va perfeccionando a los que llama; y a los sacerdotes, que han dejado todo por servir, que no escuchen lo negativo, hay muchas personas que valoran toda la entrega y el sacrificio por tantos años».