Quien conoce a esta religiosa, fácilmente podrá comprender que la alegría, es más que importante para entender el apasionado servicio y la misma vida de esta española que nació en el pequeño pueblo de Zuñeda en Burgos, en medio de una familia cristiana, que ella misma recuerda con afecto por haberle dado las bases de la educación en valores humanos y cristianos, valores de responsabilidad, respeto, trabajo y verdad.
La Hermana Flor, como le llaman, quien desde hace ya tres años sirve en la comunidad de Volcán en la Parroquia San Pedro Apóstol de Buenos Aires, recuerda aquellos años mozos como un tiempo alegre, pues describe su infancia “en un ambiente familiar muy acorde, era una niña muy juguetona, divertida, me encantaban las fiestas y me encantaba participar en las celebraciones de la parroquia, declamar poesías en la escuela; creo que fui una niña que no quemó etapas, vivía a cabalidad mi infancia, y me queda un bonito recuerdo”.
Esa alegría, marca entonces también su vocación; y es ahí, en medio de una familia que no menoscabó afectos y unidad, donde poco a poco se fue forjando su vocación. “Como a los 9 años, yo empecé con ese hilo conductor de algo más, y las respuestas se fueron dando poquito a poco, cuando por motivo de las fiestas patronales de mi pueblo que se realizan en verano como acción de gracias por la cosecha del campo, llega a mi pueblo un sacerdote que es el rector del seminario de Burgos…, la primera mediación, a los 8 o 9 años fue por medio del rector de Burgos, quién me invitó al aspirantado en Madrid”, recuerda la hermana en su entrevista a Radio Sinaí 103.9 FM.
La confirmación de aquella noticia la recibió en una fiesta, por eso no duda en decir que su vocación surgió así, “entre fiesta y fiesta”; por tanto, insiste que ese hilo conductor del gozo fue un indicativo de su vocación, “siempre fui experimentando esa libertad gozosa… Siempre me experimente feliz… El señor se vale de cosas tan sencillas, pero que a la persona le hacen feliz, y creo que eso es lo que hay que valorar”, afirmó con claridad meridiana la religiosa española.
La Hermana Flor recibió la Consagración Perpetua en el Instituto Operarias Catequistas en 1964, pero no duda señalar que desde los 12 años entiende su vida como un camino de consagración al servicio de la Iglesia, tiempo que agradece a Dios y en donde valora la compañía de los hermanos. “Siempre me he experimentado feliz, y he pensado que desde ahí el Señor me sigue llamando, me sigue enviando, y yo feliz de que se haya fijado en mí, porque eso es gracia de Dios, no es conquista humana, la vocación es un don de Dios que tengo que cultivar, que tengo que agradecer, en definitiva, el Señor me ha elegido me ha enviado y aquí estoy”, comentó.
Tras más de seis décadas de servicio a la Iglesia, la Hermana Flor agradece al Señor y al Instituto que le acogió en distintos lugares de Latinoamérica, “ahora tengo casi tres años en Costa Rica y me experimento feliz porque creo que es el lugar donde Dios a través del Instituto pues quiere que esté y me siento muy agradecida, muy acompañada, muy acogida también por la Diócesis y por las diferentes misiones que desde la Diócesis se nos han encomendado. Lo que me resta decir es gracias, gracias porque sin pensarlo ni quererlo surgen las cosas, y acá estoy, a mis 77 años viviendo esta experiencia de gozo que junto al Señor y junto a la comunidad, en todo momento me arropa y acompaña”.
Finalmente, la Hermana Flor nos compartió un mensaje en medio de este momento histórico de pandemia que vivimos, y nos dijo: “qué bonito que caigamos en la cuenta que toda la trayectoria del tejido social que nos corresponde vivir ahí está Dios, y ahí está Dios llamando y convocando, simplemente lo que tenemos que hacer es afinar el oído para escuchar y ojalá que esta escucha se convierta en compromiso; porque nuestro mundo exige de hombres y mujeres de convicción, hombres y mujeres de compromiso que no tengamos miedo a nada ni a nadie, porque Como dice Pablo: si Él está con nosotros quién contra nosotros. Definitivamente, Dios, el Dios providente tiene la última palabra. Ánimo, a seguir escuchando el ruido de la vida, y a decir sí a la vida, con todo lo que la vida implica y con todo lo que la vida nos puede ir mostrando en el día a día”.