Al ser las 8 am Mons. Juan Miguel Castro Rojas arribó a la Comunidad Cenáculo, obra eclesial y centro de rehabilitación ubicado en Pacuarito, donde fue recibido por jóvenes que viven este proceso. En esta casa, por medio de la adoración eucarística, la oración y el trabajo se va realizando la obra de sanación de tantas personas alcanzadas por las drogas, y como indicó el coordinador, éste es un proceso de vida propuesto en la verdad, amistad, oración y trabajo.
Los hermanos del Cenáculo viven de la providencia divina, y hacen de ésta su guía de vida, pues no sólo la experimentan por parte de Dios mediante los bienhechores que les comparten productos y comida, sino también la providencia del trabajo mediante el cual ellos mismos van forjando con sus manos, cualidades y energías para alcanzar los recursos que necesitan.
Con un horario establecido que ayuda en el proceso de vida que restaura, estos 16 jóvenes inician su día de oración a las 5:45 am con el rezo de los misterios de gozo, para luego del desayuno iniciar sus labores en las distintas tareas de la casa desde las 7:30 am hasta el medio día, fortalecidos por el almuerzo y luego de un breve compartir en parejas (uno a uno) sobre el caminar y la experiencia de vida, a la 1:15 pm realizan el rosario del dolor caminando, para retomar la jornada de labores entre 1:45 pm y 5:50 pm, tiempo oportuno para disponerse a la oración de los misterios de gloria, cenar, compartir y cerrar el día con el rezo de completas o la varonil la de la misericordia poco después de las 8:00 pm.
La oración como hemos visto, cumple un papel importante, máxime cuando nos comentan de la oración frente al Santísimo Sacramento que realizan dos veces por semana a las 3:00 am, con las intenciones particulares de orar por aquellos jóvenes que recién entran a este sanador estilo de vida, y por quienes aún se encuentran en los caminos del mal y no han podido ver la luz.
Junto a la oración, el trabajo edifica y cumple también un rol importante en este estilo de vida, lo que hace crecer en la responsabilidad y el servicio a los hermanos. Así, mediante un recorrido, Mons. Juan Miguel Castro Rojas pudo visitar el área de agricultura, donde un grupo de jóvenes atendía el vivero de hortalizas, las eras, la siembra de piña y otros productos frutales.
Rotados en el servicio, nos desplazamos entre la finca para conocer otros grupo de jóvenes encargados en esta oportunidad de los animales: ganado, cerdos, pollos y tilapias son algunas de los pequeños emprendimientos que desarrollan para poder cubrir algunas de sus necesidades.
Posteriormente, nos dirigimos entre el bosque, donde encontramos un mono que observó cuidadosamente nuestro paso, y tras el recorrido, llegamos a la zona del cafetal donde han llegado a producir unas 16 fanegas. Llegados a casa nuevamente, fuimos gratamente sorprendidos por los jóvenes cocineros, quienes nos ofrecieron fresco y un suculento patacón con queso.
En diálogo con el Obispo, Marco Pacheco, coordinador de la casa, comentó que su experiencia ha sido que la oración provoca el milagro, porque sin obviar las luchas internas si ven superadas la desazón de la abstinencia física. Ahí, reunidos junto a la mesa para esperar el almuerzo, Mons. Juan Miguel Castro Rojas, dijo a los jóvenes: «ustedes son testimonio, por eso mi admiración total, sus trabajos en el campo, en la cocina, produciendo cosas, conviviendo como hermanos, esta es una obra que teniendo a Jesús Eucaristía como centro, no dudo que es una experiencia que les ha fortalecido».
Tras preparar la mesa y dirigir la oración de bendición de los alimentos, nos dirigimos al horno, ahí Mons. Juan Miguel Castro Rojas siguió las instrucciones de los profesionales en pizza, para entonces manos en la masa, confeccionar y hornear su propia pizza, que tras tan solo 4 minutos después, estaría exquisitamente horneada y lista para degustar.
Fortalecidos físicamente por los alimentos, compartimos un momento de fraternidad y diálogo para luego hacer el rosario de dolor caminando. Al regreso, un recorrido histórico de la obra y un momento de arte y cultura, antes de vivir la Santa Eucaristía donde estos humildes jóvenes vivieron intensamente aquel momento culmen de oración, cantando y aclamando con particular devoción.
Durante la celebración eucarística, Mons. Juan Miguel Castro Rojas en este día dedicado a esta casa de rehabilitación, refiriéndose a la droga dijo: «esta tendencia diabólica está destruyendo lentamente nuestra población infantil y juvenil con serias consecuencias para la sociedad costarricense y, nuestra Diócesis no está exenta de este flagelo. Desde el narcotráfico internacional hasta la distribución de menudeo se infiltra en las familias, los centros educativos e incluso en las comunidades religiosas de nuestros pueblos provocando daños irremediables con consecuencias muy lamentables. Por eso, hemos visto cómo a través de los años nuestros fieles han sufrido por la drogadicción. Sin embargo, surgen experiencias esperanzadoras como este centro de rehabilitación donde jóvenes confían en la posibilidad de desprenderse de los tentáculos del mal manifestado en las drogas. Acciones que, como Pastor, apoyo incondicionalmente para que ellos se valoren y respeten su dignidad y entre todos, los ayudemos a salir adelante».
Y refiriéndose al tema del día: Una Iglesia de puertas abiertas, precisó: «Deseo, como Pastor, la unidad de todas las fuerzas de la comunidad para combatir esta situación tan perjudicial y hago un llamado a los padres de familia para que estén atentos a las conductas de sus hijos y le pido a las instituciones gubernamentales el debido seguimiento a los protocolos establecidos para el control de la distribución de sustancias psicotrópicas en los centros educativos, recreativos y otras instancias de convivencia social. Desde la Iglesia católica, considero que siempre debemos tener las puertas abiertas para todos, pero en especial aquellos que sufren angustias, pérdida del sentido de la vida, depresiones, entre otras situaciones que provocan acciones inmorales como el suicidio, el homicidio y la adicción a las drogas. Una tarea acorde de velar por el bien espiritual y material de todos, pues considero que la Iglesia debe ser de puertas abiertas».