Este viernes 12 y sábado 13 de abril se realizó en Tres Ríos el VI Congreso Nacional Misionero bajo el lema: “Con la fuerza del Espíritu, testigos de Cristo”. Esta convocatoria, reunió representantes de todas las diócesis, razón por la cual la nuestra no fue excepción, sino que estuvo representada por jóvenes de Juventud Misionera, un miembro de Infancia Misionera, Kerygma, proceso Ad gentes, Propagación de la Fe y Misioneros Laicos; así mismo, contó también con la cobertura especial de Radio Sinaí, en la persona de Lucas Mateo Alvarado Naranjo, nuestro enviado especial.
Este Congreso dio inicio con un espacio de animación y recibimiento de las delegaciones de cada diócesis, quienes tenían por encargo el ingresar con gran solemnidad al santo patrono, vistiendo trajes típicos o representativos de la región del país a la que se pertenece.
En la apertura del evento, el P. Jorge Sancho Arrieta, leyó el mensaje que Mons. Juan Miguel Castro Rojas, Obispo Encargado de Misiones, preparó; “dar gracias por este Congreso que reúne personas de todas las diócesis, e invita a que “vayan por todo el mundo”; el cual debe resonar en todo. Por tanto, el bautizado no puede quedarse con las manos cruzadas ante las realidades sociales, es hora de llevar el Evangelio a todos los confines, es hora de gastarnos y desgastarnos por el Evangelio, ésta es nuestra misión”.
Con el n° 2 de Ad Gentes se comprende que la Iglesia existe porque tiene una misión, no es porque exista una Iglesia se le encomienda una misión, sino que primero está la misión, y por la misión se hace la Iglesia. Por tanto, “la Iglesia está para continuar la misión de Cristo, siendo Él mismo quien hace el envío misionero en su primera aparición después de la Resurrección: como el Padre me envió así los envió”, recordó el P. Jafeth Peytrequín, uno de los organizadores.
El reto misionero es una realidad porque hay un 70% de la población mundial que no conoce a Cristo; así, el anuncio de Cristo todavía es necesario, y de ahí “la labor del laico y la necesidad del episcopado de preparar y enviar personas a misionar, partiendo del número 37 de Ad Gentes que recuerda la responsabilidad de tener misioneros en el mundo, siendo el impulso misionero una señal clara de la madurez de una comunidad cristiana”, comentó Peytrequín.
Durante la ponencia sobre el Dinamismo del Espíritu Santo en la Acción Misionera, el P. Henry Chacón Teólogo Dogmático, precisó que “la misión se enraíza en el ser profundo de la Iglesia, siendo los apóstoles quienes reciben el mandato de salir y son enviados por Cristo a transmitir el mensaje de la salvación”. Por tanto, la misión es una, siendo las circunstancias o situaciones las que pueden variar o ser diversas.
Con el numeral 85 de Ad Gentes somos conscientes que, sin la acción del Espíritu Santo no hay misión y, por lo tanto, no habría Iglesia. En esta línea, Evangelii Gaudium nos recuerda la función de los laicos, “agentes evangelizadores que en el pueblo no son simple receptor; por lo tanto, que nadie postergue su responsabilidad misionera”, recordó Chacón.
El reto misionero está en las preguntas que se tienen que responder, esas que surgen de las realidades específicas y escenarios concretos, cuyas respuestas no se encuentran estrictamente explicadas o conceptualizadas en manuales. Se hace necesario el kerygma, y la proclamación permanente del Kerygma supone propiciar el encuentro con Jesucristo dador del Espíritu Santo, recordó el P. William Segura en su ponencia.
Así, en este camino misionero, se requiere en primer lugar de la apertura a la revelación que exige escucha y acoger por la fe para que se genere el proceso de conversión, entendiendo este proceso de conversión como la capacidad de dar espacio en la vida al amor de Dios; y el compromiso de formar parte del proyecto del Padre en la comunidad, en la continuidad del tiempo hasta los confines del mundo, argumentó Segura.
Finalmente, se ha recordado que el Espíritu Santo ciertamente no es desconocido, lo que pasa es que tenemos miedo a dejarlo que irrumpa, porque el Espíritu Santo puede llevarnos a lo desconocido y a esto le tememos. El misionero, nunca sabe a dónde lo va a llevar el Espíritu Santo.