Con la conciencia de ser Iglesia, un equipo de Radio Sinaí 103.9 FM viajó hasta los territorios indígenas este 2 y 3 de marzo, con el deseo de acercarnos y poder conocer de primera mano la situación que, por años y años, se ha manejado con ciertos matices de peculiar intención; nuestro deseo, hacer posible que, por los micrófonos de la emisora, pudieran exponer su punto de vista, los actores sociales.
El drama humano, es patente; basta acercarse a dichos territorios para respirar en el ambiente una tensa calma y una violencia solapada que marca a los pobladores, entre los hermosos y cotizados parajes propios de la zona, irrumpe violentamente la imagen de casas desoladas, que parecen gritar el dolor de las familias que ya no están… Metros más adelante, algunos troncos aún humeantes a la vereda del escueto camino, dicen de cómo cada supuesto “bando” intenta prepararse y atrincherarse por defender sus ideales…
Mientras unos, exigen la tierra que manifiestan les pertenece por ley y su relación con los ancestros; otros, quisieran aferrarse a una vida forjada en aquellos terrenos que labraron con sus manos y regaron con su sudor al criar una familia… Estos y aquellos, puestos en la opinión pública como totalmente opuestos, podrían estar más cerca que nunca… Sí, se trata del drama humano, que vive una tierra de hermanos.
Hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes y adultos se debaten por defender su “verdad” cada uno con sus argumentos y en su propio ambiente, encontramos dolor y drama en cada realidad que visitamos… En el albergue de Capri, más de dos docenas de familias se refugian en el Salón Comunal de La Lucha, huyendo por temor de perder más que los terrenos sus vidas, mientras unos conversan tratando de explicar su realidad, un par de niños juega con un pequeño balón como quien no sabe lo que sucede, y una mujer en cinta con su mirada perdida nos hace ver con claridad que acá falta mucho por poner a la persona como primacía.
Muy cerca de Palmira, y sin poder entablar diálogo con ellos a pesar de nuestros esfuerzos, se encuentran los “recuperadores indígenas”, la tensión crece entre los pobladores, muchas veces quizá por una imagen sesgada del conflicto… Kilómetros más adelante, en la denominada “Tierra del Tigre”, el primer grupo de “recuperadores indígenas” nos atienden, no sólo desmienten muchos de los comentarios que se manejan en el colectivo social, sino que además se llaman a sí mismos: “pacíficos”…
Basta dar una mirada, para observar la precariedad en la que se encuentra también este grupo, unos cuantos plásticos y lonas forman sus rústicas moradas, desde donde forjan esta llamada recuperación de tierras, y nos narran cómo han hecho llegar el agua hasta un sitio común, tras más de tres kilómetros de acarreo por medio de mangueras, bajo el imponente sol. Acá, también el drama se hace patente, adultos mayores en condiciones poco apropiadas; y curiosamente, ellos mismos nos hacen ver, del desplazamiento de muchos, desde distintas zonas del país, afirmando con toda claridad que algunos de ellos provienen de San José, San Isidro y hasta Coto Brus.
La supuesta distancia abismal de ambos grupos, se unen en un clamor, y es la lentitud con que el Estado ha hecho cumplir la ley, según ellos; así entonces, el único camino viable sería la aplicación del ordenamiento jurídico, pero es acá donde un nuevo elemento no puede dejarse de lado, y es la realidad socio cultural tan compleja de un cantón como Buenos Aires, dónde sería válido preguntarse muchas cosas, entre otras: ¿Quién es el ente capacitado y con autoridad para decir si eres o no indígena? ¿Quién es indígena ante el mestizaje tan marcado de nuestra época? ¿Quién es la autoridad debidamente constituida al interno de los pueblos indígenas? ¿Quién respeta el ordenamiento jurídico? ¿Cuáles son las verdaderas intenciones de cada postura? ¿Por qué, los así llamados “blancos”, en algunos casos tienen hasta plano y escritura? ¿Quién las generó y por qué? Sin duda, son muchas las preguntas que quedan en el aire, y que sinceramente, nadie quiere responder.
Por otro lado, China Kichá vive su propio drama, amablemente “los recuperadores indígenas”, ya en terreno de Pérez Zeledón, tienen a bien recibirnos, son claros en señalar que exigen la tierra que les pertenece por ley y por ancestros, han tomado las fincas del sector que dicen comprende más de 1200 hectáreas, pero no esconden precisar que los territorios son realmente seis veces más, y que algún día, lucharán por todo lo que les pertenece. Así, nos queda claro que la tensión que vive la zona y cuyos pobladores nos lo hicieron ver, donde es preciso registrarse ante las autoridades de la Fuerza Pública, que en sus respectivos retenes piden cédula e inscriben matrículas para poder descender y transitar en la misma Costa Rica, parece que seguirá y se extenderá… Aquí también, como en todo conflicto cada quien tiene su propia “verdad”, y los testimonios de “recuperadores” e “invadidos” parecen, nunca ponerse de acuerdo.
Los animales también son parte de este escenario que grita y pide respuestas, los “recuperadores indígenas” afirman con toda prontitud que ellos ni se están dejando los bienes ni están causando mayores males en los animales, postura que parece ser irreconciliable cuando finqueros y hasta representantes del pueblo como el síndico local, precisan de los daños que se han causado en el ganado (muerte de reses y animales en plena vía sin condiciones mínimas para la subsistencia)…; una vez más, reclamos encrudecidos por el grito colectivo a instituciones que parecen voltear la mirada ante lo sucedido.
Lo anterior, es tan sólo un pequeño esbozo del sombrío panorama que parece estar a la vuelta de la esquina, si en materia económica real, quisiéramos analizar este escenario…; no es necesario recordar, que el Sur siempre ha sido una tierra olvidada, entonces debería estar en la verdadera mesa de discusión, cómo atender a una población, indígena o no, con condiciones verdaderamente humanas, debería estar en la mesa de discusión cómo hacer posible que la primacía de la persona humana sea una realidad, deberíamos erradicar del mapa todo interés o cálculo político, para que entonces se cumpla aquello que nos pide Benedicto XVI en Deus Caritas Est, que dice: “La íntima participación personal en las necesidades y sufrimientos del otro se convierte así en un darme a mí mismo: para que el don no humille al otro, no solamente debo darle algo mío, sino a mí mismo; he de ser parte del don como persona”.