La mañana de este lunes 24 de julio, casi dos mil personas de toda la Diócesis de San Isidro visitaron la casa de la Reina de los Ángeles, en el contexto de la visita anual que corresponde en la novena a la Madre del Cielo.
Muy de mañana, feligreses de todos los rincones de nuestra Iglesia Particular se desplazaron hasta Cartago, donde junto a Mons. Juan Miguel Castro Rojas, Obispo Diocesano, sacerdotes, diáconos, religiosos y seminaristas peregrinaron hacia los pies de la querida imagen Negrita, donde posteriormente celebraron la Eucaristía.
Durante la homilía, el prelado desarrolló el tema de María discípula del Señor, ocasión en la que precisó: “el silencio es una actitud cristiana frente a los misterios de Dios. A Dios no se le cuestiona, se le contempla en silencio y siempre tendremos la certeza que El actúa por nosotros. María, como discípula, comprendió perfectamente esta verdad y confió plenamente en su Hijo, pues al final, con su resurrección, podríamos decir: peleó por nosotros contra el pecado, la muerte y el tentador, y salió victorioso”.
Por tanto, “aprendamos a guardar silencio. Un silencio contemplativo que nos lleve a valorar nuestra vida como un don de Dios para servir, para anunciar la Buena Noticia, para decirle al mundo lo que Dios quiere y, sobre todo, para ser personas auténticas y colaboradoras de cambios urgentes”, precisó.
Al señalar estos cambios urgentes que debemos propiciar, para lograr la verdadera libertad, indicó: “la eliminación de la violencia intrafamiliar, pues ya basta de mirar a niños agredidos por sus propios padres, mujeres asesinadas por quienes les dicen que las aman y a adultos mayores maltratados por sus propios familiares”.
Así mismo, exhortó a proclamar la liberación que Dios ofrece, “libertad de las cadenas de las drogas, que destruyen nuestra sociedad con diversos actos inmorales e ilegales como el trasiego de drogas, el sicariato, el asesinato de personas para robarles sus pertenencias, el envenenamiento de la mente de tantos niños y adolescentes con doctrinas e ideologías contrarias al orden natural de la creación, contrarias a la voluntad de Dios e incluso contrarias a las leyes de la república. Nuestras futuras generaciones tienen el derecho de crecer en una sociedad de la mano de los valores humanos y cristianos”. Por tanto, la tarea para el cristiano, como bien María lo sabía, es anunciar el Evangelio, “primero con nuestro testimonio y luego con nuestra palabra”, afirmo el Obispo isidreño.