Este 19 de agosto, la Diócesis de San Isidro celebró con gran alegría los 70 años de su creación, dando gracias a Dios por aquella feliz noticia que el Papa Pío XII mediante la bula Neminem Fugit comunicó al mundo entero, en la que desmembrando territorios de la Arquidiócesis de San José y de la Diócesis de Alajuela conformaba la naciente diócesis sureña, bajo el patrocinio de San Isidro Labrador, agricultor como muchos de los pobladores de esta región.
En el marco de un año de fiestas y grandes acontecimientos de fe como han sido los hasta ahora jubileos celebrados en la Catedral en favor de las familias, los jóvenes, los agricultores, los profesionales, los consagrados y los clérigos; la mañana de este lunes 19 de agosto, fieles cristianos venidos de todos los puntos, nos congregamos en la Iglesia Madre para dar gracias a Dios por estos 70 años de peregrinar y de evangelización.
Las bases que sacerdotes misioneros, vicentinos y franciscanos conventuales sembraron entre las montañas, costas y valles del Sur, dieron su fruto según el corazón de Dios, la entrega sincera y fiel de tantos catequistas y delegados que cuidaron la semilla en el corazón de miles de fieles, tras los episcopados fecundos de los Obispos Quesada, Trejos, Loría y Montero, ahora Mons. Juan Miguel Castro Rojas con una sonrisa disfruta y reemprende un camino siempre oportuno de proyección pastoral.
Nuestra remozada catedral lucía impecable para esta magna celebración, mientras los presentes bajo la mirada del icónico mosaico de San Isidro Labrador, recientemente ubicado en el interior del templo, se disponían junto a los cantos dirigidos por los seminaristas en medio de una fluida liturgia, que sirvió para unirnos a los himnos del cielo en honor a Jesús, de quien obtenemos todas las gracias, recordándonos que Obispos, clérigos, religiosos y laicos conformamos esta Iglesia que peregrina con la meta en la Vida Eterna.
Así, durante la homilía, Mons. Juan Miguel Castro Rojas precisó tres puntos como los elementos que se han enseñado en estos 70 años de vida diocesana, precisando: “cómo el Señor […] perdona nuestras infidelidades, nos habla al corazón, se desposa para siempre, se une con nosotros en la justicia y la rectitud, en el amor, en la ternura y en la fidelidad […]; cómo el Señor, siendo el esposo, nos da su amor, su lealtad, la victoria sobre el mal, la salvación y su reinado para siempre […]; y cómo nos recuerda, la vivencia de la fe exige sacrificio, tolerancia, entrega y dedicación”.
Posteriormente, el prelado hizo referencia al compromiso que tenemos de ahora en adelante con el Señor: “Primero, permanecer unidos a él […] Permanecer en el Señor implica acoger su Palabra y dar frutos en abundancia como las buenas obras, asumir los desafíos pastorales con responsabilidad y celo apostólico, promover procesos evangelizadores en defensa de la fe, de la dignidad humana, de la vida, tanto de las personas como de nuestro entorno, la promoción vocacional y todo bajo la guía el Espíritu Santo”.
“Segundo, unirnos al Señor en la justicia y la rectitud, en el amor y la fidelidad para conocerlo más y darlo a quienes lo necesitan para que sus vidas sean iluminadas por la Palabra del Señor y el testimonio de la Iglesia. Tercero, contemplar la victoria del Señor y aclamar jubilosos el nombre de Dios por medio de nuestras actitudes, decisiones, obras y compromisos en pro de la dignificación de la persona, el respeto a la naturaleza, en la promoción de la justicia, de la solidaridad y el bien común para menguar la violencia y todas sus manifestaciones, especialmente a lo interno de las familias, centros educativos y comunidades vulnerables al narcotráfico, al sicariato. Y de esta manera alabar a nuestro Padre, por medio del Jesucristo, su Hijo, en el Espíritu Santo”, continúo el Obispo Castro.
“Cuarto, ser signo e instrumento de la presencia de Jesucristo en el mundo, promoviendo el Evangelio y la Eucaristía, para el fortalecimiento de la unidad y ser signo de la catolicidad, santidad y apostolicidad de la Iglesia. Ser signo de la salvación universal al manifestar el mandamiento del amor a todos los hombres de buena voluntad”, sentenció el prelado de la diócesis cumpleañera.
Finalmente, especial mención requieren el gran número de representantes de instituciones del gobierno quienes, con su presencia en toda la actividad celebrativa, también mostraron un signo de comunión y de esfuerzos conjuntos, por una mejor sociedad cada día; así como la presencia de los señores Obispos de la Conferencia Episcopal y otros Obispos Eméritos signo que habló de la comunión eclesial; y gratitud a tantas personas que con su servicio silencioso y dedicado, hicieron posible cada una de las actividades que esta fiesta implicaba, en la que mediante un clima fraterno de aniversario, y tras el canto del cumpleaños tradicional, hicieron posible el compartir de los alimentos.